Sin duda cuando miras la calle, te topas con la rutina y la crueldad.
Sin duda cuando sales a la calle, te toca lidiar con la despreciable belleza escondida en tu entorno.
Sin duda cuando lees tu entorno, no entiendes que hay en él y eso te molesta, porque no quieres pensar, solo actuar.
Sin duda vives en la monotonía, la agonía de la vida entre semana, el cansancio de tu día y el desbastador gris de tu ciudad es lo único que no deseas ver cuando levantas el pie de tu trabajo. Sin embargo aquí te encuentras, encerrado entre cuatro paredes, contándole tus problemas a un desconocido al que además le pagas para que no se burle de ellos. No sé si me entiendes, he estado en terapia por casi un año y acá sigo, sentado en una silla esperando a que algo ocurra, esperando que al decirte esto, mi mente re-capacite y se dé cuenta de lo que tengo que hacer en mi vida, esperando a que ¡usted! Pueda decirme como vivir mi vida sin pensar en cómo quitármela. Es difícil doctor, para ustedes es fácil decirnos que todo está bien y que solo debemos seguir viniendo a estas benditas sesiones, pero mire nada más, su oficina es blanca, su escritorio marrón, su saco negro y sus zapatos de charol. No tiene coherencia, no tiene coherencia que esté en el lugar del cual me escondo, del cual crítico, el cual me absorbe, del que tanto te he mencionado. Ese lugar que está allá afuera se llama entorno y todos se pusieron de acuerdo en dañarlo. Cuando yo era joven, podía salir al patio y disfrutar de un árbol de limón, esos amarillos hermosos que salían en la finca de mi abuelo, luego me iba por las guayabas para el almuerzo y luego me sentaba en el mirador con mi abuelo a ver como caía ese atardecer esplendido con naranja y negro, no sé si me entienda mejor doctor, yo extraño esos colores, yo extraño esos sabores, yo extraño esa felicidad. (ECR)
