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martes, 7 de mayo de 2013

Gracias obra por insultarme en la cara


Cuando camino veo la cara de la ciudad que me dice… ¡no me leas! Ella quiere  ocultarse de mí porque hay algo que la avergüenza, tal vez sea esa moralidad de doble cara que contienen sus transeúntes, que caminando, la inundan de incalculables destrozos he historias falsas que la avergüenzan por no ser quien dicen ser.  Basta con salirse de lo corriente para asegurar  que llamen a la moral como juez de quienes no se postran ante tales artificios porque no les interesa presentarse así.  
Nada más decadente que el extremismo de esta ciudad, acá la libertad solo se vive de la constitución ha hoja cerrada y de la cárcel hacia dentro  ¿qué más libertad que no tener que pagar servicios, comida y ropa en esta sociedad? ¿Qué más libertad que no estresarse por tener que madrugar a trabajar y cumplir horarios? ¿Qué más libertad que disponer de tu tiempo para hacer ejercicio, jugar damas o fumar un cigarrillo? Allá si se ve la libertad, todos piensan que pasan maluco pero que va, pasan mejor y con plata de nosotros.
Extremismo, ahí nos habíamos quedado, es que en esta ciudad o se es del verde o se es del rojo, se es de derecha o se es de izquierda, se es roquero o se es farrero, eso a mí me pone de puntapié, no soy capaz de imaginar un parche metalero con un amigo que baile reggaetón, no soy capaz de imaginar un párroco hablando con las demás creencias religiosas, no me imagino 2 hinchas de distinto equipo después de un partido clásico estrechándose la mano.  Acá no se puede hablar de libertad, a esta ciudad le falta mucho para dejarse leer como es realmente y con esto me refiero a una mescolanza  hermosa de géneros, culturas, artes y de más. Falta mucho para que lleguemos al limbo de nuestro ser, falta mucho para que aceptemos la neutralidad de las cosas, falta mucho para dejarnos deslumbrar  por lo raro que realmente no es raro aun que tu mente psicópata lo lleve al tánatos por no dejarlo vivir como realmente es, con la libertad del caso y del individuo; pero eso está bien, bien bueno para arriba, porque controlar sí que es un deleite cuando te hacen caso, pero mal, muy mal para el de abajo, porque es muy difícil defender la locura cuando de necesidad se habla. Por eso allí nace el arte, para ser ese loco pero con estatus, para poder ser neutro   y  hablar de lo que realmente pasa, para ser lo suficiente mente genio como para plasmar en una obra un gran insulto y hacer que aquel para quien iba dirigido, compre tu obra porque sabe que es arte, lenguaje codificado que tal vez algún día decodifique, cuando deje de ser borrego y comience su carrera de artista. En ese momento dirá (vendito sea el día en que compre esta obra, porque en ella me encontré al vaciarme sin tabús. Gracias obra por insultarme en la cara).