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lunes, 25 de marzo de 2013

La sangre llama. (relato)

Tengo un grato recuerdo de su nacimiento en vida. 
Somos primos de toda la vida, hermanos de espíritu. 
Él fue  mi novio en algún tiempo, lo veía como mi hermano mayor y trataba de imitar muchas  cosas que  él hacía.
El recuerdo más vivido que  que tengo con él, fue una vez que llegue del colegio y en mi casa no había nadie, ni mi papá ni mi mamá que era la que mantenía allí. Decidí ir a la casa dónde él vivía, no era muy lejos  así que baje 6  cuadras, una cuadra menos que mi edad. Llegue al local que se posaba en la entrada de la casa, era una panadería humilde que mi tía poseía, salude a mi tía y fue muy formal, me pregunto qué hacía yo a esas horas con uniforme en su casa, breve-mente yo le explique que nadie me había abierto en mi casa así que me había bajado solo, ella me dijo que pasara dónde el primo que ya me llevaba una sopa para que almorzara. Me fui caminando lentamente como si no conociera el recinto, temeroso de lo que  me fuera a encontrar, pero allí estaba, sentado en la mesa redonda, gastada y coja, pintando con desenfreno a charizart, un pokemon o dibujo animado de la época. Me senté a su lado y no decía nada, solo dibujaba con gran pasión aquel impetuoso animal que reflejaba  el carácter de su ser. Luego de acabar lo guardo y yo asombrado he impotente solo tuve el valor de decirle (wooo que nota), me toco  y se metió debajo de su cama, yo por curiosidad y pensando que me había tocado con esa intención, también salte bajo la cama.

¡Hooooo sorpresa!, sin imaginarlo estaba en el país  de las maravillas. En el rincón del fondo, habían 4  paquetes de  papitas  de limón, más adelante una bolsa con 2 churros y en el techo, una madera virgen que nos resguardaba de todo mal y peligro. Luego él se percato de que no había con que pasar la comida así que  salio y  fue  a la panadería por 2 Tampicos al escondido. Su aspecto era inocente, gordito de tanto estar en aquel recinto sagrado de la comida y con los dientes de conejo más maravillosos que  yo haya visto en mi vida, sonreí y comí papitas con tampico.

Es desalentador verlo hoy en día, pero a la misma vez es lo más hermoso que en mi mundo pudiese pasarme. Las drogas  que la vida le a puesto a vivir son más amargas  que las que consume, pero aun queda esa esperanza, aun lo visualizo en un futuro con aquella sonrisa de conejo saliendo de su rostro, emanando sin timidez el amor que aun le queda por el mundo en el que transita, emanando sin timidez la belleza que hoy anhelo. 
(La sangre llama, si fuéramos hermanos estaríamos tocando juntos en la banda de punk) me dijo antes de despedirse.