No hay una cuchara ni mil cucharas que repartan una sopa ni mil sopas.
En el Poblado-Medellín, sentado en las mesas de un super-mercado que queda por la 10, es inevitable escuchar las conversaciones que se dan entre los pudientes rebeldes que pasan a tomarse 2 tintos y un tabaco, empezando así la negociación del arriendo de dicho local que dispone de una docena de empleados creyentes y encargados de nutrir la economía de la que estos 2 personajes hablan.
Ya es vicio mio no cerrar los oídos a discusiones ajenas, soy un entrometido y esclavo de las conversaciones que nutren mi mente sin importar su contenido.
Acaba de arrimar un hombre de la calle con intención de venderme una cartuchera; minutos antes, el mismo hombre había venido a pedirme algo de comer. La cartuchera estaba llena de lapices y esferos, que a simple vista dejan ver la forma en que fue obtenida, sucia, gastada, un robo o un encuentro casual del cual este hombre pretende obtener $3.000 pesos o pesitos utilizando aquel diminutivo que su boca pronunciaba porque su mente no sabia realmente la magnitud del dinero.
No pretendo ser Robin Hood, pero me queda un sin sabor al ver como sentado en una mesa cualquiera, transcurren 2 cosas tan extremas. Escuchar un hombre que negocia $9.000.000 de arriendo y otro hombre que negocia $3.000 por hambre, me hace preguntar el motivo por el cual un hombre negocia $9.000.000 ¿Sera por comida también?.Aun no comprendo la dimensión de las cucharas que ha cada hombre le toca en la vida para recoger esa sopa que a todos nos toca por derecho en este país.
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